BREAKING PALAFOLLS agosto 19

⭐️⭐️⭐️

Para fanáticos de la serie y/o de las experiencias al límite.

Lo+: Ofrece una experiencia intensa y pasada de vueltas; ni el mismísimo Walter White lo tuvo tan crudo.

Lo-: No es un producto a la medida de quienes deseen resolver enigmas y darle al coco.

No cabe duda que Breaking Bad se ha convertido en un verdadero e instantáneo clásico de la televisión; esto es así porque se trata de una de las series más groundbreaking, estimulantes y emocionantes de los últimos tiempos, y porque, además de un guión endiabladamente bien planificado y ejecutado, crea a uno de los personajes más impresionantes, multidimensionales y profundos de la historia de la ficción, excelentemente interpretado por el genial Bryan Cranston, que hace de su oficio una clase de arte maestro con cada segundo que pasa en escena.

A pesar de tratarse de un drama puro y duro, no escapa -y ahí reside también parte de su éxito- a momentos de tensión que devienen cruciales tanto para la trama como para un espectador que no puede sino observar, boquiabierto, el desarrollo de los acontecimientos. Capítulos como Grilled, To'hajiilee u Ozymandias -los mejores cuarenta minutos de televisión jamás creados- son claros ejemplos de ello. Breaking Palafolls se nutre básicamente de un estilo similar al primero de los mencionados, y encuentra en este punto de tensión histérica su mayor logro: el de posicionar a gente normal y corriente -potenciales Walter Whites en sus compases iniciales- en un escenario lleno de peligros incontrolables y emociones de infarto.

Los diseñadores de Kidnapped -la gran materia pendiente de los abajo firmantes-, que de esto saben un buen rato, juegan sus cartas de la mejor forma posible al concebir una puesta en escena apabullante, que es a la vez insanamente peligrosa e hilarantemente divertida, y augura, desde el primer segundo, unas dosis ingentes de entretenimiento y emoción.

Conocedores de cuáles son sus puntos fuertes y sus mayores pecados, deciden cortar por lo sano el formato room escape tradicional y anclarse acertadamente en la experiencia pura y dura: un torrente de dinamismo que potencia la tensión y el espectáculo al límite de sus consecuencias. Optan, así pues, por una concepción realista de la partida, que ahonda en el carácter inminente de la amenaza y sitúa a los personajes en un trance adrenalítico en el que la histeria por resolver enigmas es reemplazada por un imperante instinto de supervivencia, conduciéndolos a través de una trama que ensalza y encadena momentos de lucidez aterradora y desternillante a medida que avanza por una sucesión de escenarios correctamente ideados y mejor ambientados, siempre oportunos y variables para mantener la fluidez. Todo ello orquestrado por un Perro Loco en estado de gracia, que aporta verosimilitud al conjunto y es capaz de sostener, por sí solo, el cincuenta por ciento de la función (meritorios aplausos aparte).

Huelga decir que la propuesta se nutre, a expensas de la trama en su integridad, de la complacencia de quienes decidan jugarla, y será su beneplácito el que decida el grado de afectación de la partida. En resumidas cuentas, se trata de una sala que pide a gritos la abstención de todo aquél que busque reto y romperse la cabeza resolviendo acertijos, mientras que llama a los equipos que reclamen diversión y aventura a raudales.

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