ESCAPE BARCELONA (La Leyenda de Akasha) noviembre 19

⭐️⭐️⭐️⭐️

Para exploradores e intrépidos sin miedo al riesgo y a la aventura más física y desbocada.

Lo+: Su infalible carácter aventurero y 100% vivencial; es la experiencia que merecemos.

Lo-: Los juegos y la originalidad pierden la batalla frente a la furia física.

Hace cosa de un año, los amantes del cine encontraron su diamante en bruto con Alien: El Origen, una reconstrucción prácticamente ideal del horror espacial de Ridley Scott -bebía mucho más del Octavo Pasajero que de la acción energizada de la secuela de Cameron-, que nos ofrecía un Escape Barcelona en estado de gracia tras su algo más tímida incursión cinematográfica en Jurassic Land. Dispuestos a repetir jugada, y contando con elementos que más de uno reconocerá como auténticas y curiosas marcas de la casa, descargan todo su arsenal -y quizás hasta un poco más- en la reciente Leyenda de Akasha, una sala que hará sin duda las delicias todo aquél que busque aventura entregada y no tema viajar más allá del peligro -figurado, pero aún así cuídense los más apresurados.

Esto es así porque, claramente, sus creadores derrochan lo poco escrito en una ambientación que, desde los primeros compases -y haciendo caso omiso a una inmersión más bien descafeinada- y durante el recorrido, virtuosamente intenso y extenuante, dejará maravillados a unos jugadores que no podrán sino embelesarse, no solamente por la excelencia artesanal y técnica, sino por la capacidad de integración e interacción con el entorno, mimético y extraordinario, a la manera de las verdaderas aventuras de género, que embaucará la totalidad de la partida y la hará girar a su alrededor, en una suerte de truco malabar, rimbombante, con gran apogeo y música al compás.

El jugador más avezado, sin embargo, difícilmente podrá desprenderse de esta misma sensación, la de vivir un continuo truco, ese sueño en un sueño lynchiano del que, desgraciadamente, no tarda en despertar para ser testigo del entramado y caer en que lo extraordinario del entuerto es en gran parte ilusión -sofisticada, sí, pero ilusión a fin de cuentas.

Y es que en ningún momento, y a pesar del empeño, los juegos funcionan al mismo nivel que el escenario sobre el que descansan, y lo que en primera instancia parece entreverse como un mecanismo para salvar cualquier tipo de dificultad o impedimento en el avance de la historia -en detrimento, por supuesto, de la complejidad y el esfuerzo mental, que son los verdaderos perjudicados de un juego que no exige más allá de unos mínimos-, pronto se desvela como una repetición de patrones que a lo largo de la (intensa) hora, que poco o nada favorecen Akasha a la hora de conjurar sus virtudes al completo.

Tampoco facilita esta compenetración de elementos el viajar en una maraña de lugares conocidos, momentos que hacen volar los recuerdos y la sensación de que existe menos novedad de la que pretende ofrecerse. Y si resulta incomprensible cómo una sala llamada a rezumar originalidad peca precisamente de carecer de ella, mención especial merecen los momentos más ensalzados -por ejemplo, su tramo final-, que, en perspectiva, devienen mucho menos disfrutables que aquellos que optan por simplemente desbocar diversión -si algo queda patente, es su innata capacidad para integrarlos en el lugar más insospechado.

Y si es innegable su virtud de aventura grandilocuente y sazonada a base de ingredientes certeros que cumplirán los sueños más lúcidos de quienes anhelaban y pedían a gritos aventura y diversión a raudales -y a tiempos descerebrada-, puede que Akasha no sea, con sus virtudes y defectos, la sala más explosiva del momento, pero sí la sala que merecemos. 

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